domingo, 8 de marzo de 2009

CAPITULO IX

Yo estaba caminado por el Hatillo, estaba yendo a casa de un gran amigo, Vicente, aprendí muchas cosas de él. Toqué el timbre, me abre un hombre calvo.
- ¡José!, tanto tiempo.
- Quería verte amigo.
- Hace tiempo que no sabía de ti, pasa.
Entré. Vicente era un gran amigo, un hombre muy espiritual, aprendí muchas cosas de música gracias a él, no era vicioso. Pero tampoco se metía en los asuntos que no eran de él. Era un hombre honesto.
- ¿Puedo prender el tabaco aquí?
- Coño hombre, dale, préndalo, está en su casa.

Yo me senté a hablar con mi amigo.
- Qué bueno verte Vicente.
- Igual José, es agradable saber de ti.
- ¿Qué has hecho por allí?.
- He viajado bastante, hasta que al fin quise tomar casa.
- Me alegro.
- ¿Sigues tocando?
- Sí, por supuesto.
Vicente se quedó pensativo.
Luego yo me quedo observando la casa.
Observaba la casa. Tenía unos cuadros que me llamaron la atención.
Me paré.
Luego miraba los tambores, con ellos había aprendido.
- Los viejos tambores.- Dije.
- Claro.
- Existen.
- Siempre me acuerdo de ti viejo amigo y te voy a decir algo.
- ¿Qué?
- Eres una persona pura José, una de las pocas personas. Sé que mucha gente se aprovecha de eso. Tu personalidad es fuerte
Vicente se quedó callado luego.
- Yo te lo digo José, tú eres quien le da vida a tu banda, hasta te he oído.
- Todos ayudan.
- Sí, pero tú eres quien hace la existencia de tu banda. ¿Sabes por qué?
- No.
- Porque nunca piensas en ti, dejas que las cosas salgan, y a tus integrantes los dejas ser.
- Bueno, no es para tanto.
Vicente se quedó pensativo.
- Sí José. No la pierdas. Sabes que puedes llegar muy lejos.
Vicente me miraba.
- ¿Tú crees? A veces siento que me falta mas.- Dije.
- A todos.
- A veces dudo de mí.
- Pronto te mostraré algo.
Vicente pensaba.
- Vas a ver algunas cosas.- Me dijo.
- De acuerdo.

No hay comentarios: